Cinco años de amor
Hace cinco años mandé un email que me abrió las puertas de la mejor etapa profesional de mi vida.
Esther y Cathy buscaban una “pluma creativa” para Wanna. Y esa descripción sencilla, concisa, me tocó la fibra. Trascendía la etiqueta de “copywriter” con la que sin quererlo del todo, sin sentirme cómoda del todo, solo por inercia y necesidad de encajar en las dichosas “job descriptions”, me estaba encasillando. Así que me lancé a escribir un email. O mejor dicho, me lancé a investigar. O bueno (cinco años después puedo confesarlo), me lancé a “espiarlas” (solo un poquito) para conocerlas mejor y ver qué teclas debía pulsar en mi correo.
Me lo curré. Y surtió efecto.
Unos días después me reunía con ellas en una cafetería guay de Madrid (si hubiera sido en Honest Greens tal vez nuestra relación no habría prosperado ;-)) y empezamos a colaborar. Estamos en septiembre de 2017. De nueve a seis intento dar lo mejor de mí, sin éxito, en una agencia con trastorno de personalidad y serios problemas de liderazgo donde nada sale nunca como tiene que salir. Me consuelo a partir de las seis, con los primeros proyectos que me llegan desde Wanna: The Here Gallery, 2060 The Newton Hostel… Me lo paso genial, me siento valorada y con la confianza alta, estoy tranquila. Mi intuición me dice: “¿Ves? De esto se trata. Qué fácil”. Pero mi apego a una estabilidad inestable y a una nómina exigua aunque puntual me inmovilizan. No me atrevo a dar el salto que siento, sé, que tengo que dar. Hasta que un día me dan una patada en esa agencia. El golpe duele, pero coloca todo en su lugar (GRACIAS). Estamos en abril de 2018. Me siento preparada para volar.
La libertad es uno de los grandes regalos que me ha dado Wanna. Libertad creativa. Libertad para trabajar desde donde quiera. Libertad para conciliar y priorizar. Libertad para decidir qué papel quiero tener en el estudio. En diciembre de 2019, Cathy y Esther me propusieron que me “casara” con ellas y entrara a formar parte de la empresa. Aunque la propuesta me emocionó y a esas alturas mi compromiso emocional con el proyecto era absoluto, no necesitaba “ponerlo en papel”. Y mucho menos ante un notario. Libertad para cambiar de idea. En noviembre de 2022, tras unos meses con mucho revuelo interior que culminan en unas sesiones de trabajo con David Baldoví, tengo una epifanía. Me siento capaz de dar un paso al frente y llevar las riendas del estudio con Cathy y Esther. Y además me apetece hacerlo. ¿Será eso la madurez?
Wanna me demuestra, día a día, que se puede trabajar de otra manera. Y eso es porque nuestros valores personales rigen nuestro estudio. Son indisociables. Intentamos plasmar el amor, la coherencia y la consciencia que rigen nuestras vidas en lo que hacemos y en cómo lo hacemos. Nos equivocamos, claro, pero como siempre decimos: montamos un estudio para trabajar a nuestra manera. Seguramente este no sea el camino más sencillo (bueno, no lo es, ya os lo digo), pero seguramente tampoco sepamos ni queramos hacerlo de otra forma.
“Estar dentro” de un estudio joven (Wanna nació en 2016) no es solo verlo crecer y saborear lo bueno (que es muchísimo). Saber que somos una familia; ir conformando un equipo implicado, motivado... ; darnos homenajes gastronómicos cuando nos reunimos; cumplir el sueño de lanzar un curso en Domestika; ganar premios nacionales e internaciones; irnos juntas de viaje… La lista es larga, larga. “Estar dentro” es hacer todo lo posible para que esta sea una empresa sana , en mejora constante, respetuosa, que resista los embates del viento y la marea. Con todos los quebraderos de cabeza, tensiones, incertidumbres y momentos difíciles que eso inevitablemente conlleva —como sabrá cualquier persona que tenga una empresa, especialmente si es pequeña.
A pesar de ello, suscribo lo que dice Laura Baena, fundadora del Club Malasmadres en su libro Yo no renuncio -que por cierto debería ser una lectura obligatoria-: “me siento orgullosa de mi equipo, en el que soy feliz trabajando cada día y en el que somos ejemplo de cómo un equipo pequeño puede trabajar con flexibilidad y salir adelante”. Aunque tengo claro que ese estado no es una constante. Por tanto hay que trabajar a diario para mantenerlo y afianzarlo en todo el equipo, teniendo muy presentes estos 10 aprendizajes que ella comparte y que nosotras estamos en proceso de aprender:
Nadie es imprescindible
Más vale hecho que perfecto
Nada es tan importante
Las cosas se pueden hacer de mil maneras
Hay que soltar, perder el control para brillar
Lo que vale con una persona, no vale con otra
Hay que escuchar más y hablar menos
Los procesos son fundamentales
La comunicación es la base de todo
Las grandes ideas son de todas las personas del equipo
Hace cinco años mandé un email que me abrió las puertas de la mejor etapa profesional de mi vida. Pero ante todo puso en mi camino a dos personas a las que quiero, admiro, respeto y por las que doy gracias a diario: Cathy y Esther. Así como a todos los miembros del equipo que nos han acompañado y nos siguen acompañando en este viaje precioso e imprevisible.
¡A por muchos múltiplos de cinco más!